“Chile podría ser un polo viverístico para todo el vecindario”
ENTREVISTA | Verónica Herrera Fischer - gerenta de Nova Grapes y Nova Fruits

“Chile podría ser un polo viverístico para todo el vecindario”

Con más de 30 años de trayectoria en propagación de plantas e I+D, Verónica Herrera es una voz autorizada para analizar el devenir de la fruticultura de exportación. Viverista experimentada y asesora de productores, universidades y centros de investigación, la agrónoma realiza un análisis profundo y sin eufemismos de la industria y sus actores, a la vez que plantea los desafíos que la fruta chilena deberá sortear si pretende recuperar el liderazgo perdido.


Por Danilo Phillipi Sánchez | Fotografía: Ignacio Pérez

Cada vez que Verónica atraviesa el dintel de su invernadero repite la misma rutina. Envuelta por el aire húmedo y sofocante, fija su mirada sobre un plantín diminuto y observa cada detalle con la minuciosidad de un relojero: el color del tallo, las venas de las hojas, la textura… Un rito que ha realizado por más de tres décadas, consciente de que su labor silenciosa está en la base de un entramado industrial que mueve billones de dólares alrededor del mundo. Aquel vegetal imberbe, hoy sometido al rigor de la experta, dentro de unas cuantas primaveras será un árbol vigoroso, que entregará espléndidos frutos con los atributos que espera el mercado: apariencia impoluta, aroma y dulzor intensos, una sensación indescriptible al paladar… Y es que ya no basta con atender las necesidades del productor, del transporte y del sistema logístico como antaño. Hoy, afirma Verónica, el menú varietal lo dictan los consumidores de Asia, Estados Unidos y Europa.

Referente del sector viverista chileno, Verónica Herrera Fischer desde niña se vio seducida por la vida en el campo. Si bien su historia familiar no registra vínculos con el agro, todos los años partía de vacaciones a un fundo en Traiguén, puerta de entrada al mítico territorio de Nahuelbuta en la Región de la Araucanía. Aquellos parajes del secano sureño, con siembras de trigo y vacas pastando, moldearon en ella una idea romántica de lo que era la agricultura.

Con esa imagen de postal en la mente, en 1979 entró a estudiar agronomía, “sin saber mucho en qué consistía la carrera”, confiesa. Quedó seleccionada en la Universidad Católica de Valparaíso, lo cual sería determinante para el derrotero que tomaría su vida profesional. “En la UCV agronomía tenía una marcada orientación a la fruticultura y me tocó estudiar en un periodo en que el desarrollo frutícola de exportación se encontraba en pleno apogeo”.

Después de trabajar como inspectora fitosanitaria en el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) saltó a la poderosa productora y exportadora Unifrutti, específicamente a la división Univiveros, que marcaría su entrada al mundo viverístico.

Verónica ejerció durante 9 años la presidencia de la International Society of Citrus Nurserymen (Sociedad Internacional de Viveristas de Cítricos, ISCN).

Por aquel entonces la compañía buscaba fortalecer el desarrollo de nuevas variedades y el recambio varietal, para lo cual necesitaba aumentar su nivel de contactos en el extranjero. Verónica, que había ingresado a control de calidad -función que habitualmente se les asignaba a las mujeres- pronto pasó al área comercial convirtiéndose en una pieza clave para la consolidación de las relaciones internacionales de la compañía.

En los viveros de Paine fue artífice de la introducción y propagación de diversas variedades de cítricos, manzanos, perales, vides y carozos, hasta que en 2009 recaló en la Estación Experimental La Palma de la UCV, uno de los centros en I+D más importantes del país.

Con un nombre y un prestigio profesional consolidado, en 2011 fue convocada por un grupo de connotados productores de uva de mesa que buscaban mejorar la genética varietal de sus huertos. Así nació Nova Grapes, asumiendo Verónica la gerencia del consorcio. “En ese momento en Chile los programas de desarrollo varietal estaban en manos de tres o cuatro exportadoras, y muchos productores aspiraban a contar con buena genética”, explica la profesional, que al poco andar tomó también las riendas de Nova Fruits, creada por productores de carozos y cerezos siguiendo el ejemplo de los uveros. “Ambos surgieron como clubes cerrados, que era lo que se estilaba en aquellos años, sin embargo, con el tiempo han evolucionado bastante. Si los pudiera definir, son asociaciones de productores top que buscan acceder a genética de primer nivel, algo así como grupos de transferencia tecnológica enfocados en I+D. No hay aspiraciones de obtener utilidades económicas directas. El beneficio es la información técnica que se genera y las mejores condiciones que se logran al negociar de forma colectiva la adquisición de nuevas variedades”.

Estos grupos se formaron frente a la dificultad que significaba acceder a buena genética, una realidad que ha cambiado bastante en los últimos años.

Totalmente, los escenarios han cambiado mucho. Ya no existen esos clubes cerrados de hace 10 años atrás. Hoy todo el mundo tiene acceso, pagas y tienes la genética que quieres. Al final los grupos siguen unidos porque ven valor en poder compartir experiencias e información y por el puro hecho de estar juntos. Pero la idea primigenia, que era salir a hacer captura genética y participar de estos clubes cerrados, ya no tiene sentido. Y, por último, el gran recambio varietal terminó de ocurrir hace dos o tres años, entonces ya no está el hambre de poder acceder a programas genéticos que en su momento parecían inalcanzables.

Antes de entrar de lleno a la genética, hablemos un poco de la coyuntura de la industria. Desde la vereda viverista, ¿cómo se explica el presente que atraviesa la uva de mesa?, ¿por qué Chile perdió el tranco y el liderazgo que había alcanzado?

Fuimos el principal exportador del mundo durante mucho tiempo, pero nos demoramos demasiado en hacer el recambio varietal. Perú nos superó súper rápido, fue capaz de hacer recambio muy velozmente y de forma eficiente. ¿Y por qué pudo hacerlo?, porque se les permitía hacer cuarentena directo en suelo y en grandes cantidades. Mientras que en Chile teníamos que traer el material desde centros de reconocido prestigio internacional, que tuvieran certificaciones que muchas veces eran imposibles. Llegó un momento en que alguien tan importante como Deborah Golino (directora del Foundation Plant Services de California, FPS) nos envió una carta diciéndonos que no iban a exportar nada más a Chile porque no entendían la cantidad de requisitos fitosanitarios que tenían que cumplir. Así era muy difícil.

El celo de la autoridad podría parecer comprensible, considerando que el patrimonio fitosanitario chileno es un atributo reconocido mundialmente.

Yo no digo que no necesitemos protección fitosanitaria. De hecho, la necesitamos mucho, y hoy en día mucho más que antes, pero implementada de forma adecuada. Porque el otro gran problema que tenemos con la uva chilena es que, a pesar de que no tenemos moscas, nos vemos en la obligación de fumigarla con bromuro de metilo y la hacemos pedazos. Entonces tú comparas en el mercado una uva chilena y una uva peruana, y la peruana es mucho mejor que la nuestra. Por eso, debemos tomarnos muy en serio este tema y hacer un trabajo potente con una base científica sólida, de manera de poder negociar con el USDA un Systems Approach abordable*.

¿Quién le pone el cascabel al gato en este tema?

Definitivamente necesitamos mucho trabajo conjunto. La fruta chilena necesita que la industria, la academia y el SAG trabajen alineados, para convencer y dar seguridad a los gringos de la sanidad de nuestro producto, y así sacarnos la fumigación de encima y poder competir mejor en Estados Unidos, que es nuestro mercado por excelencia. Lo de China está bien, pero el gran objetivo de Chile debe ser el poder exportar a Estados Unidos sin fumigar.

¿Y por qué crees que cuesta tanto que se “alineen los astros”?

Somos súper individualistas. Nos cuesta comprender que la fruticultura es un bien común. Y tal como planteó Garrett Hardin en su famoso artículo sobre “la tragedia de los bienes comunes”, cuando se actúa de forma individualista el bien común termina deteriorándose, o lisa y llanamente destruyéndose. Todos hacen uso del bien común y no lo cuidan. No sirve que cada empresa se preocupe solo de su fruta, sino que debemos cuidar en conjunto la fruticultura chilena, la fruta de Chile es el bien común que debemos proteger y resguardar. Además, desde el punto de vista práctico, el trabajo investigativo que se debe realizar es bastante caro como para que lo pueda financiar una empresa individualmente.

¿Hay instancias o momentos donde se haya superado este individualismo?

Está el ejemplo del Comité de Cítricos, quienes desarrollaron un protocolo de laboratorio para la falsa arañita roja de la vid (Brevipalpus chilensis) y lograron disminuir en más de un 90% los rechazos en origen. Solo con un trabajo científico sólido, consistente, que dejó tranquilas a las autoridades americanas, y hoy el 98% de nuestras clementinas se van a Estados Unidos sin ningún problema. Es el ejemplo más claro de que las cosas se pueden hacer bien si existe voluntad y una industria organizada. Tenemos la ingeniería, las capacidades técnicas, los investigadores, los entomólogos, el SAG, que es una institución seria, con profesionales sumamente bien preparados… Están dadas todas las condiciones, te juro que no entiendo por qué no podemos ponernos de acuerdo.

Claro, se podría decir que el individualismo es parte de la idiosincrasia del sector, sin embargo, durante años la fruticultura chilena se desarrolló bastante bien a pesar de aquello.

Es más, yo creo que el individualismo fue un gran propulsor para el desarrollo de la industria, porque cada cual tomaba un avión, abría mercados, conseguía un recibidor, en fin, a diferencia por ejemplo de Sudáfrica, donde todo estaba súper centralizado, lo que además les dificultaba la adopción de nuevas tecnologías. Nosotros en cambio, durante mucho tiempo fuimos muy rápidos en adoptar nuevas tecnologías, porque no era un país entero el que se movía, sino que la iniciativa individual de cada empresa, que agilizaba notablemente los procesos. Eso fue muy bueno en su minuto, pero hoy tenemos que adoptar otra estrategia, tenemos que sentarnos y decir ya, basta, ahora vamos a colaborar y definir en conjunto lo que es mejor para todos.

SEÑOR CONSUMIDOR

“La genética le está cambiando el rostro a la fruticultura y será la llave de la sostenibilidad de la industria”, plantea Verónica Herrera convencida de que el cultivo de frutales será cada vez menos dependiente de agroquímicos. “Es muy probable que mañana podamos producir casi orgánicamente sin necesidad de hacer aplicación de pesticidas, y todo gracias a la genética”.

La convicción de la agrónoma se sustenta en los acelerados avances de los últimos años, que han revolucionado la industria frutícola a nivel global. Y la ciencia promete seguir impactando con nuevas innovaciones. Hoy, al alero de técnicas como la edición génica y la inteligencia artificial se están creando frutales más resistentes a enfermedades, climas adversos y con características mejoradas de sabor y textura. Algo que, según Verónica, le inyectará dinamismo al mercado al ofrecerle a los consumidores una gama más amplia y atractiva de opciones.

Todo indica que la satisfacción del consumidor hoy está en la centralidad de la industria.

Y me parece excelente. Los genetistas están locos trabajando en lograr mejores sabores, mayor vida post cosecha, en definitiva, en una mejor experiencia del consumidor, porque al final de eso se trata este negocio, ¿no?: producir una fruta deliciosa por la cual el consumidor pague feliz el diferencial por calidad. Pero para eso tenemos que llegar a destino con un producto premium. No podemos llegar con una fruta fumigada que perdió buena parte de sus atributos. La industria debe vender a precios que permitan pagar la larga cadena de valor que hace posible esa exportación. Eso también es sustentabilidad.

Es decir, lo que ha logrado la cereza chilena en China.

Exacto. El chino compra la cereza para regalarla. Es casi un suntuario. Y yo estoy segura que seguirían comprando después de año nuevo si tuviéramos cerezas tardías de buena calidad.

Y ahí nuevamente la solución vendrá de la genética.

Esperamos que la genética nos ayude con variedades más productivas, firmes, resistentes a cracking, que aguanten climas más húmedos y, de esta manera, podamos producir cerezas de calidad más tarde en la temporada.

¿Tecnologías como la inteligencia artificial y la edición génica transformarán la industria frutícola tal como la conocemos hoy?

No me cabe duda que la inteligencia artificial va a significar un salto cuántico para la fruticultura. Tú sabes, ya se logró mapear el genoma de la vid, pero aún es una gran “sopa de letras”, y yo creo que la IA será de gran ayuda en la interpretación de estos datos, permitiendo la decodificación de caracteres fenotípicos específicos. ¿A cuánto estamos de eso?, no lo sé, porque se ha intentado en trigo y aún no lo tienen resuelto, y en fruta debería ser bastante más lento. Por su parte, la edición génica augura un tremendo futuro, ya que se pueden lograr cosas extraordinarias sin la resistencia que generan los organismos genéticamente modificados en la opinión pública. Puedes silenciar cualquier rasgo indeseable de una variedad y quedarte con todo lo bueno. Es fantástico.

Y a nivel de experiencia de consumo, ¿qué se está buscando?

Además de un mejor sabor se busca incrementar el contenido de antocianinas, potenciar las propiedades nutracéuticas, es decir, que la fruta no sea solo un postre, sino que contribuya a fortalecer tu salud. Como dije, una variedad tiene que ser adecuada desde el punto productivo, pero al final el que manda y paga todo esto es el consumidor final. Por eso, también están marcando tendencia variedades easy peeler, seedless, frutas que no manchen ni dejen residuos en la boca, en fin, todo aquello que mejore la experiencia del consumidor.

“No sirve que cada empresa se preocupe solo de su fruta, sino que debemos cuidar en conjunto la fruticultura chilena… La fruta de Chile es el bien común que debemos resguardar”.

Se suele decir que Chile produce una fruta de mejor sabor que sus competidores. ¿Tal afirmación tiene asidero técnico?

Sí, nuestra fruta tiene más y mejor sabor, levanta mejores azúcares, en eso no hay discusión. Lo mismo pasa con los cítricos, que logran mejores niveles de acidez. Esto por una serie de variables, como el clima mediterráneo, el diferencial día-noche, en fin, hay un montón de consideraciones. Tal es así que la misma variedad de uva puede llegar a tener 2 grados Brix menos en Perú. Sin embargo, más allá del sabor, siempre será mejor la experiencia de comerse una uva bonita, crocante, con un escobajo firme, y no una pardeada por la fumigación con bromuro de metilo. Entonces, por apariencia vale más la fruta peruana que la nuestra.

En la industria frutícola el desarrollo tecnológico ha beneficiado a todos, pero da la impresión que Perú ha sabido sacar mayores ventajas de los avances de la ciencia.

Cada vez que Perú entra a un cultivo y es capaz de resolver los obstáculos técnicos nos pasa por encima. Por ejemplo, la uva reacciona súper bien a la poda y al manejo, y así han podido hacerla producir en condiciones tropicales. Lo lograron también con los arándanos, nos pasaron por arriba con los espárragos…

Y ahora van por la cereza…

Es el miedo que tenemos todos… que logren producir cerezas de bajo requerimiento de horas frío. Están súper interesados, en todas las giras técnicas andan muchos peruanos y ya comenzaron a importar variedades que, se supone, son de bajo requerimiento. Si les resulta, no te quepa duda que van a agarrar el primor, van a producir en octubre. Pero les va a costar, yo tengo confianza que en cereza a Perú no le va a ser tan fácil desplazar a Chile.

LAS COSAS COMO SON

“La planta es lo primero. Si partes con una planta débil, de mala calidad, no tienes ninguna posibilidad de producir fruta premium de exportación”. Cuando Verónica Herrera se refiere a la relevancia del rol de los viveros su tono y sus argumentos se tornan irrefutables. Conocedora de la experiencia internacional, la agrónoma no concibe que Chile aún no cuente con un programa de certificación oficial y obligatorio. “Todas las industrias frutícolas desarrolladas del mundo lo tienen: un estamento que tiene la confianza científica y de las autoridades para establecer que una planta está libre de patógenos y se ajusta a su tipo. En Chile, puedo ir y sacar del huerto, y me demoro en desparramar una plaga lo que tardo en cargar un camión y recorrer 1.500 kilómetros. Es atroz”.

“Cada vez que Perú entra a un cultivo y es capaz de resolver los obstáculos técnicos nos pasa por encima”.

¿A la industria viverística se le da menos importancia de la que tiene?

Absolutamente. Claro, si se compara con la exportación de frutas la industria viverística es pequeña en cuanto a los montos económicos que mueve. Sin embargo, de nosotros depende que la industria frutícola funcione. No es que yo sea una admiradora de los gringos, pero hay cosas que les encuentro fantásticas. Cuando en California se dieron cuenta que existía una amenaza llamada Huanglongbing dijeron, a ver, cuántos millones de dólares vende la industria de los viveros citrícolas… unos seis o siete millones… y la citricultura californiana… 600 millones. Ok, entonces vamos a fortalecer a los viveros porque la seguridad fitosanitaria en gran medida depende de ellos. Y qué hicieron, la banca les prestó plata para que se tecnificaran y certificaran, lo cual ha sido absolutamente determinante para mantener a Huanglongbing lejos de sus fronteras.

¿Y cómo andamos por casa?

Chile actualmente está libre. Pero el tema no es si vamos a tener o no Huanglongbing, sino cuándo va a llegar. Porque va a llegar sí o sí. Y si no estamos preparados -con certificación oficial que nos permita lidiar técnicamente con el problema- podríamos llegar a pasarlo muy mal. De Huanglongbing los gringos dicen que es un “industry killer”, es decir, no es una plaga que amenaza, sino que mata la industria, como le pasó a Florida, que fue la gran productora de jugos y hoy está destruida. Anualmente, California gasta 45 millones de dólares en prevención, y considera incluso a los cítricos domésticos, ya que los naranjos son muy comunes en los jardines de las casas, son parte de la identidad californiana… algo así como el parrón para los chilenos… Y por supuesto pueden ser reservorios de plaga.

Con este escenario, ¿qué deberían hacer los viveristas chilenos?

Tienen que tecnificarse y subir su nivel de autoexigencia, y el SAG empezar a ponerse firme con que no cualquiera puede instalarse a propagar plantas. No es posible que en Chile existan más de 2.000 viveros inscritos. En un momento se intentó hacer las cosas bien, con iniciativas notables como la Corporación de Desarrollo Viverístico, o las más de 2 millones de yemas certificadas que se produjeron al alero de la Universidad Católica de Valparaíso, un programa que terminó muriendo porque las plantas obviamente eran un poco más caras, entonces los productores preferían ahorrase unos pesos y comprar las plantas no certificadas. Si el SAG no establece que la certificación sea obligatoria las cosas no van a mejorar jamás.

¿Y qué desenlace le ves a esta situación?

Acá parece que estamos esperando que quede alguna embarrada grande que comprometa la sobrevivencia de la industria para que recién ahí el SAG establezca la certificación obligatoria. Si pasa eso te aseguro que habrá una quebrazón de huesos que nos va a doler a todos. En el mundo no existe ninguna industria frutícola desarrollada que no esté basada en un programa de certificación oficial de plantas. En esto no hay que inventar la rueda. Para poder asegurar un producto de calidad las cosas se deben hacer así y punto. Pero en Chile muchos viveros hacen lo que se les da la gana.

Y hay también una responsabilidad del productor que compra sin certificación y alimenta este círculo.

Claro, y eso sucede porque existe una falsa creencia de parte del productor de que vivimos en una isla fitosanitaria, entonces, para qué voy a gastar dinero en plantas certificadas si no estoy expuesto a grandes riesgos y amenazas… Por lo tanto, da lo mismo donde compre mis plantas…

Hay quienes sostienen que un sistema de certificación favorece a los viveros grandes.

No es así. Chile podría replicar lo que hizo España que, a raíz de la llegada de la tristeza de los cítricos (virus), estableció un periodo de transición y a los viveros chicos se les prestó plata para que implementaran la certificación. Ahora bien, el chico que trabaja mal va a morir sí o sí bajo cualquier esquema. Pero el resto, los que quieran hacer las cosas bien, es cosa de que los ayudemos a insertarse en el sistema. Pero, reitero, tenemos que estar todos de acuerdo y debe existir la voluntad política para establecer un programa de certificación obligatoria que proteja la industria nacional. Y no solo eso. Si nos tomamos en serio este desafío y hacemos las cosas bien, Chile podría ser un gran polo de propagación de plantas para todo el vecindario, o sea, podríamos tener un producto de exportación, plantas de altísima calidad, que contribuyeran a la sanidad fitosanitaria y al desarrollo de toda la industria frutícola de Sudamérica.