Sequía en Chile: Una planificación reactiva del recurso hídrico

Sequía en Chile: Una planificación reactiva del recurso hídrico


Por Fabiola Barrenechea Riveros Directora Escuela Ciencias de la Tierra Universidad Bernardo O´Higgins

Nuevamente el problema del agua ha estado latente estos últimos días. El informe emanado por Naciones Unidas fue lapidario: “Las actividades humanas son responsables de un calentamiento del planeta en un 1,1° grados centígrados desde el periodo 1850-1900 hasta la actualidad”.

Si bien el 70% de la superficie del planeta está cubierta por agua, solo el 2,5% de ella corresponde a agua dulce. Si se considera a su vez, que un 76% de la superficie del país sufre de sequía, procesos de desertificación y suelos degradados, las conclusiones son claras: El cambio climático nos afecta de manera directa, pero hay que tener claro que la mala gestión del recurso hídrico finalmente nos trajo consecuencias. Según el primer informe de la “Mesa Nacional del Agua 2020” del Ministerio de Obras Públicas, “el sector agrícola es el mayor usuario de agua consuntiva en Chile con un 72%, seguido por el agua potable con el 12%, consumo industrial con el 7% y uso minero, con el 4% (el 5% restante está asociado al sector pecuario y al uso consuntivo en generación eléctrica)”, entendiendo que el agua consuntiva se refiere al agua, que una vez usada, no se devuelve al medio donde se ha captado.

La política de riego, ya en el año 2011 hablaba sobre el déficit hídrico en toda la zona norte, a la que se suman la Región de Valparaíso y la Región Metropolitana, especificando que para el año 2025 estas dos últimas regiones, tendrían un déficit hídrico de 2.844 millones de m3 anuales, cifras que parecen mucho más cercanas de lo pronosticado. Si bien se definió en su momento un plan de construcción de obras de infraestructura que asegurarán el recurso, faltó prever capacitaciones o recursos orientados al desarrollo de una agricultura más sostenible, con un uso eficiente del agua. Para el año 2019-2020 según el informe Diagnóstico para desarrollar plan de riego en cuencas de la Región Metropolitana de Santiago elaborado por la Comisión Nacional de Riego indica “que los sistemas de riego tradicional gravitacional (surco, tendido y otros tradicionales) son los que abarcan mayor cantidad de superficie de riego (65,3%). Por su parte, el riego tecnificado menor o micro riego (cinta, goteo y microaspersión) abarca un 31,9% de la superficie regada, mientras que riego tecnificado mayor o mecánico mayor (aspersión tradicional, carrete y pivote), sólo alcanza un 2,8% de esta”. Si se sabe que el sector agrícola es el mayor usuario de agua consuntiva en Chile no se entiende porque no se aprecia una relación entre el tipo de riego y el uso de agua.

El cambio climático es un fenómeno que ha venido presentándose desde hace más de 20 años, científicos de todo el mundo han realizado predicciones sobre el aumento de las temperaturas y la reducción de las precipitaciones. Lo mismo ocurre con el Calentamiento Global. Pese a lo anterior, no solo se evidencian estas variaciones, sino que, además, estos factores climáticos se están distribuyendo de manera diferente a como era hace 30 años. En el caso de la zona central de nuestro país, las temperaturas máximas y mínimas han aumentado hasta 3°C en la zona de los valles y entre 1°C y 2°C en la zona precordillerana. Los mismo ocurre con las precipitaciones las cuales han disminuido y se han desplazado hacia la zona sur oeste, dejando marcadas zonas de déficit hídrico en los valles y zonas cordilleranas.

Dado lo anterior, las políticas nacionales deben apuntar a usos eficientes y eficaces de recursos que están dejando de ser renovables como el agua. No basta con la construcción de embalses para “asegurar” su disponibilidad, se debe procurar invertir en sistemas integrales que consideren las diferentes variables que se conjugan a la hora de evaluar la sequía. El medio ambiente es un sistema en sí, por lo tanto, se deben planificar sus intervenciones de la misma manera, como un todo integrado. Esta, es la única forma de poder seguir contando con el elemento crucial para la vida de todos los seres vivos.

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