“Esta batalla se libra en el campo de la eficiencia”
Rafael Ibarguren, fundador y gerente general Agrícola Don Ricardo

“Esta batalla se libra en el campo de la eficiencia”


Por Marcela Venegas / Fotografías: Josip Curich

Nacido en una familia de tradición agrícola, Rafael Ibarguren se inició como empresario desde muy temprana edad. A los 15 años egresó del colegio y llevó su carrera como agrónomo en paralelo con su desarrollo empresarial “donde la agricultura brindaba buenos resultados en esos años de bonanza económica post gobierno militar”. Su madre provenía de una familia con tradición agrícola y su padre, Óscar, fue un hombre que, sin estudios universitarios, se forjó en el campo desde los 18 años, recibió reconocimientos a lo largo de su trayectoria, uno de ellos la medalla CERES de la FAO, por lograr una producción récord hasta el día de hoy en el cultivo de la papa, y su pasión por los caballos de carrera lo mantuvo 25 años como gerente general del criadero La Cabaña, que vio nacer “al mejor caballo de carreras peruano de la historia, Santorin nacido en Ica en la hacienda Santiaguillo. Cómo no crecer a su lado con ese sentimiento de admiración y orgullo por sus logros y capacidad de trabajo incansable”, recuerda Rafael.

Los inicios

A finales de la década del 60 su padre comienza la exportación de sandias y melones con David Del Curto (revisar sección “Crónicas de la Industria” pág. 60). Sin embargo, la reforma agraria del gobierno de Juan Velazco Alvarado termina por truncar este emprendimiento. Luego en los 70s a la producción de maíz amarillo, sandias, melones, palta fuerte, entre otros, inicia el cultivo de papa logrando mucho éxito hasta los 80s. En 1985, su padre le vende 52 hectáreas del fundo matriz con la finalidad de seguir trabajando juntos en todas las decisiones técnicas y empresariales. Ese año empieza la plantación de las primeras 50 has de espárrago, cultivo que luego despegó llegando a hacer de Perú el primer productor mundial.
Los 90´s fueron años complicados en el país. Luego del primer gobierno de Alan García, con una inflación nunca antes vista, inestabilidad económica y social, atentados terroristas a diario, y su familia asediada constantemente, decidió emigrar buscando un futuro más seguro. “Tras la invitación de un gran amigo de la niñez, Pablo Buendía, esparraguero también de Ica, salimos a buscar nuevos rumbos llegando a Venezuela, que en ese momento contaba con una situación muy estable como país. Establecimos una plantación de espárragos en Valencia, única en Venezuela, con un mercado interno muy bueno y cautivo. Pasamos años de tranquilidad hasta que la situación política de nuestro país cambió y decidimos regresar a Perú a continuar las actividades agrícolas”, relata.
Los primeros años del espárrago fueron exitosos, pero la incorporación de nuevas hectáreas productivas en la zona hizo que los precios bajaran, por lo que buscaron un nuevo cultivo de exportación: La uva de mesa.
En 1992 empezó con las variedades Thompson Seedless, Ruby Seedless y Flames, con 35 hectáreas de parronal español. “Si bien en Ica se cultiva uva desde hace más de 500 años, se trataba de una variedad dedicada principalmente a la producción de pisco. Trajimos personal calificado de Chile, así como todas las herramientas necesarias para armar las estructuras y luego mecanizar los campos. La importación de plantas fue una odisea digna de contarse a nuestros nietos”, recuerda.

Nacimiento y consolidación de la Agrícola Don Ricardo

En 1995 comienza una nueva etapa junto a su amigo y socio Ricardo Briceño (en honor al cual la agrícola lleva su nombre). Proveniente del mundo de la minería, lo conoce de forma casual por un familiar en común. La química entre los dos fue inmediata y rápidamente decidieron hacer algo juntos. “Buscaba algo “más tranquilo” para la siguiente etapa de su vida…puedo decir que, en palabras de él, se equivocó, mira donde estamos hoy. Es un hombre extraordinario que posee una enorme sensibilidad humana, con aptitudes notables para el manejo empresarial, y para mi representa un orgullo tenerlo a mi lado como amigo y como socio”, cuenta con cariño Rafael.
En la actualidad, además de mantener una producción estable de sus otros cultivos, Agrícola Don Ricardo continúa creciendo orgánicamente, terminando el plan de recambio varietal en sus 1.000 hectáreas de uva de mesa a variedades licenciadas y sacando aquellas menos atractivas para el mercado, además de sistematizar sus procesos a través de una transformación digital que les permita obtener menores costos y ser más eficientes en el uso de los recursos.
Trabajan con más de 20 países alrededor del mundo y con 60 clientes, manteniendo el objetivo de producir fruta de alta calidad y llegando de forma directa a supermercados de países como China, Corea del Sur, Inglaterra, Estados Unidos y Canadá.

“Tenemos el gran reto de fortalecer nuestro gremio para ayudar a que brindemos un producto de alta calidad como estándar de país”.

La industria hoy

Por mucho tiempo, Chile fue un referente para Perú en el cultivo de la uva de mesa. Tras ensayos y errores, Perú logró su forma de producir. ¿En qué lugar está hoy dentro de esta categoría?
Chile fue nuestro primer referente. Nuestro primer gran error fue copiar fielmente lo que hacía la industria chilena y eso nos pasó una factura muy grande. Pienso que los primeros 10 años fueron muy duros para nuestra industria. Uno de los principales errores fue plantar pensando que la filoxera era manejable, craso y costoso error. Llegamos a fines de los 90’s con campos de muy mala calidad, totalmente infestados en su sistema radicular. Tuvimos que reinventar todo lo referente a portainjertos y partir desde cero. Fue largo el camino hasta hoy, que tenemos algo más de conocimiento en el manejo de estos, sus requerimientos de agua, así como sus tasas de absorción de nutrientes, épocas de flashes radiculares, comportamiento con uvas de color, entre otros.

En Don Ricardo han buscado siempre una uva con un estándar distinto. ¿Cuál es el reto al interior de la empresa para satisfacer lo que busca el retail?

Parte de nuestro reto como empresa es el ser sostenible en el tiempo. Tenemos una excelente relación con nuestros trabajadores, así como con nuestras comunidades de las zonas de influencia. El reto en paralelo es el de mantener, en nuestra cartera de clientes, a los mejores supermercados del mundo. Acá tenemos el desafío de mejorar el manejo post cosecha de las nuevas variedades, estamos usualmente muy lejos de los mercados y en algunos casos hasta 40 días de tránsito, lo que nos lleva a estar muy atentos a todo lo que puede afectar la vida post cosecha.
El retail busca que lo que entreguemos en el anaquel se vea lo más fresco posible, y ahí tenemos un nuevo reto; un segundo punto es la confiabilidad, es decir, que cumplamos nuestros acuerdo y tiempos de entrega, información a tiempo y calidad de información. Hoy, por ejemplo, nuestros sistemas de control de calidad son en tiempo real, por ello una vez que embarcamos un contenedor, nuestros clientes tienen la posibilidad de ver online los QCs de su fruta, con una información completa incluyendo fotografías de lo que estamos enviando.

¿Cuáles han sido las principales brechas que ha tenido que enfrentar la uva de mesa en Perú para lograr posicionarse en el mercado mundial y cuáles son los desafíos?

Nos fue difícil abrir mercados inicialmente y nos ayudó mucho la firma de Tratados de Libre Comercio con diversos países. Hoy contamos con una reputación y un nombre que siempre es difícil de mantener, más aún con el ingreso de nuevas empresas en el mercado, las que tienen que interiorizar que la uva, o cualquier fruto, se ve como procedencia de un país y no de un productor específico. Tenemos el gran reto de fortalecer nuestro gremio para ayudar a que brindemos un producto de alta calidad como estándar de país.
Otro desafío grande es consolidar nuestra industria, darle proyección de desarrollo continuo y crecimiento sostenible en el tiempo. Aún la industria es joven en términos de tiempo, no tenemos todavía una industria de materiales de empaque desarrollada acorde con el crecimiento, nuestra infraestructura vial aún es muy pobre, de igual manera estamos en desarrollo de los futuros puertos que den más fluidez y eficiencia a nuestros embarques, aún nuestros costos fijos están muy por encima de nuestros países competidores y es un gran punto en el que estamos en desventaja como país.

¿Qué efectos ha traído el recambio varietal de la uva de mesa?

El efecto inicial ha sido el de traer mucha más complejidad a la operación, en muchos casos tenemos que usar materiales específicos para cada variedad con la complejidad de la operación logística y, de almacenes y sobre stocks que eso genera.
Pero la mayor complejidad es partir de cero en el manejo agronómico, cada una es un mundo diferente y lamentablemente no hay recetas, no se comportan en iguales condiciones entre valles o zonas productoras del mundo, es por ello que tardamos algunos años en encontrar el manejo ideal para cada variedad. Por otro lado, la necesidad de ampliar la gama de variedades es lo que piden finalmente los retailers, ser más consistentes en el largo de la temporada y tratar de darles un abanico de variedades que cumplan con sus requerimientos, esto es muy complejo y difícil.

¿Qué pasa con las ventanas que cada vez son más estrechas en los mercados y los sobre stock que se han producido en el último tiempo? Quién sobrevive en esta “batalla” comercial…

Se acabaron las ventanas de uva a nivel mundial. Perú empezó en la década de los 90’s tomando una ventana de mercado muy atractiva en Inglaterra y Europa, llegando a estos mercados para Navidad y Año Nuevo, arribando a estos mercados como la primera fruta del hemisferio sur. Hoy esto ya no existe. Tenemos producciones tardías de España e Italia, así como las producciones tardías de California producto de los nuevos desarrollos genéticos. La mayor parte de las nuevas variedades exitosas son tardías y eso nos terminó cubriendo el espacio inicial de Perú. Este fenómeno se ha producido también en la pequeña ventana que existía cuando acaba el hemisferio sur, de manera que hoy tenemos uva de alta calidad en todos los mercados mundiales los 12 meses del año y a precios normales.
Esta batalla se libra ahora en el campo de la eficiencia, producción de fruta de alta calidad y, por supuesto, a los menores costos. Por lo tanto, cobra muchísima fuerza el estar preparados para lo que viene.

¿Cree usted que falta una mirada más asociativa en la uva de mesa?

Inicialmente los pioneros tenían la sensación de que tenían la fórmula mágica y que no debían compartir ningún tipo de información. Nos ha costado muchísimo que el gremio que nos une despegue y sea visto como un lugar de desarrollo común.
Hoy tenemos un gremio más sólido y con una visión de futuro con mente positiva, trazando planes estratégicos, con la confianza que nos dará el tener más información interna, así como también lograr conectar con nuestros gremios pares en otros países, emulando el ejemplo de los otros gremios peruanos que están ya muy consolidados y manejando información de volúmenes y estacionalidad tanto internos como a nivel mundial.

“Los retailers piden que seamos más consistentes en el largo de la temporada y tratar de darles un abanico de variedades que cumplan con sus requerimientos”.

Conflicto agrario en Perú

La agricultura con toda su cadena de valor, es una actividad económica fuerte en Perú. Los diferentes momentos históricos vividos por el país ha traído altos y bajos dentro de este sector. ¿Qué pasa hoy en Perú y cuáles son las demandas históricas que hoy tiene a este sector complicado?
Ya han pasado 51 años post reforma agraria en Perú. Esta ley que causó mucho retraso a nuestro país, ya que fue confiscatoria al entregar las tierras agrícolas a los trabajadores sin ningún apoyo colateral ni política de Estado que hubiese llevado a un desarrollo social adecuado a los nuevos propietarios, se atomizó la propiedad y la curva de desarrollo que tenía nuestra industria agrícola fue detenida en seco, las grandes industrias vieron su fin conforme avanzaban los años perdiendo nuestro país la competitividad que veníamos logrando.
Hoy tenemos el reto de consolidar nuestro desarrollo logrado en los últimos 25 años como país, de enmendar y corregir las deficiencias que se han producido en este rápido crecimiento de la industria. Nuestra gran debilidad en todos los rubros es la informalidad, y esta está presente en el agro también. Por lo tanto, tenemos el gran desafío como productores formales y con el soporte de los gremios, de acompañar al Estado a que se dé una madurez en el crecimiento de la industria, corrigiendo a tiempo, para que este despertar agrícola peruano no se trunque y podamos seguir siendo una fuente de empleo digna y que contribuya al desarrollo de nuestro país.

¿Qué aspectos de la antigua Ley de Promoción Agraria que se discute en el Congreso peruano se deberían mantener en la nueva Ley y cuáles no?

Dicha ley trajo muchísimo desarrollo y fue la que impulsó al Perú al sitial que ocupamos hoy en el mundo. Pasamos de producir US$600 millones de exportaciones en 1995 a estar cerca de los US$8 mil millones este 2020, un crecimiento fantástico que ha traído trabajo directo e indirecto al Perú y ha servido para reducir la pobreza pasando del 80% al 30% actual. Se calcula que, dado la intensidad de mano de obra en la industria, el 40% de este monto enorme de exportaciones va directamente a los sueldos de los trabajadores y el costo laboral de nuestro rubro es el más alto de todas las industrias existentes. Creo que debemos recoger varios aspectos buenos de dicha ley, como los referentes a la estacionalidad de la industria. No podremos lidiar con una norma con rigidez laboral, el régimen de tributación especial fue necesario para dar el impulso inicial que tuvo la industria. Hoy debemos revisar técnicamente la necesidad de esos incentivos y trabajar sobre una gradualidad que permita seguir incentivando a que no disminuyan las ganas de seguir invirtiendo en el agro. Aún la industria está en crecimiento ingresando nuevos productos a nuevos mercados que se van abriendo al mundo, por ello no podemos bajar el ritmo de crecimiento toda vez que, de detenerse la inversión, todo este desarrollo en proceso de verá afectado de forma dramática.

A su entender y según el sector al que representa ¿Cómo se debería solucionar el conflicto agrario que se ha generado?

En primer lugar, dejando la política de lado, viendo este desarrollo en forma objetiva y analizando los números de la industria de forma responsable. Estamos frente a una coyuntura política muy inestable, en la que muchos políticos están tratando de pescar votos de cara a las elecciones de abril de 2021. En países como los nuestros, la clase política es autodestructiva, industria o rubro que viene siendo exitosa es atacada directamente. Estamos todos claros que el desarrollo de la industria debe venir de la mano de un crecimiento paralelo de la calidad de vida de nuestros trabajadores, con una remuneración que permita un nivel de vida adecuado y que sea económicamente viable para la industria. Solo el 5% de nuestra fuerza laboral en el campo está conformada por trabajadores formales. Nuestro reto como industria está en subir de forma inmediata estos niveles de formalización en el agro con una ley que dé la flexibilidad necesaria en los rubros que así se requiera.

“Nuestro reto como industria está en subir los niveles de formalización en el agro con una ley que dé la flexibilidad necesaria en los rubros que así se requiera”.

¿Cuáles son los posibles escenarios tras la aprobación de la nueva ley?

Estamos en días claves para que se resuelva entre el poder Ejecutivo y el Congreso el texto de la nueva ley, este texto ha sido trabajado con intervención de los representantes de los trabajadores, del poder ejecutivo y una comisión multipartidaria del Congreso. Se necesitará de un diálogo alturado para llegar a un acuerdo entre las partes, de manera de dar una solución consensuada y que nos permita continuar este ritmo de desarrollo de nuestra industria que tanto beneficia al Perú.

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