Una curiosidad exótica que transformó al mundo
CRÓNICAS DE LA INDUSTRIA

Una curiosidad exótica que transformó al mundo

De antigua fruta exótica a alimento básico de la cocina moderna, el plátano ha tenido un profundo impacto en el comercio, la cultura y la política global.


Por John Paap*

Es la única fruta de la que parece que no puedes escapar. No importa en qué parte del mundo estés, está ahí. Como el sol en el cielo y el aire que respiramos, es un elemento fijo de nuestro mundo. Pero también tiene una historia larga, profunda y complicada que ha cambiado drásticamente a la gente y al paisaje de las regiones que ha tocado.

La historia del plátano es tan antigua como el tiempo. De hecho, muchos expertos creen que puede ser uno de los primeros frutos del mundo. Pero, ¿cómo y por qué esta fruta se convirtió en uno de los productos frescos más populares que consumimos hoy en día?

Se cree que los primeros plátanos se originaron en las selvas del sudeste asiático, la región que constituye lo que hoy es Indonesia, Filipinas y Nueva Guinea. Aproximadamente en el año 8000 a.C., los plátanos se cultivaban y luego se extendieron rápidamente a áreas circundantes como India y África oriental. Es importante tener en cuenta que estos primeros plátanos no se parecían en nada a los plátanos que conocemos hoy. En primer lugar, generalmente no eran amarillos, sino en su mayoría verdes o rojos. En segundo lugar, los primeros plátanos estaban llenos de semillas negras que podían romperte los dientes. Entonces, ¿qué hacía la gente con los plátanos si no los comía? Bueno, las flores y los tubérculos subterráneos de los plátanos eran comestibles e incluso el propio plátano podía tener algunas partes carnosas disponibles para disfrutar. Sin embargo, con el tiempo, la planta del banano desarrollaría una mutación que le haría producir menos frutos con semillas, y la gente comenzaría a propagar estas plantas mutadas.

Cuando Alejandro Magno y su ejército invadieron la India en 327 a.C., los plátanos abundaban en los valles de este país. Impresionado por el sabor de esta fruta, Alejandro trajo la exótica planta al continente europeo. Desafortunadamente, Europa no tenía el clima para cultivar la planta ni la proximidad a su hábitat natural para disfrutar de su fruto. Los europeos tendrían que esperar más de mil años para deleitarse con el plátano.

En África, sin embargo, el cultivo del plátano se extendió rápidamente y, en el proceso, mutó con la misma rapidez. De hecho, la mayoría de los historiadores piensan que fueron los árabes de esta región quienes nos dieron la palabra banana. Los plátanos no eran del mismo tamaño que los conocemos hoy. Eran mucho más pequeños, aproximadamente tan largos como un dedo de un adulto, de ahí el nombre: “banan”, que en árabe significa dedo. Sin embargo, hay otros historiadores que creen que la palabra puede haberse originado en un idioma local de África occidental.

Cuando comenzó la era de la exploración europea, fueron los portugueses en 1482 quienes descubrieron los plátanos en África occidental y poco después establecieron plantaciones frente a la costa de África occidental, en las Islas Canarias. A medida que los portugueses expandieron su imperio hacia el oeste, hacia América, trajeron el plátano consigo, pero no necesariamente por las razones que cabría esperar. En los siglos XVI y XVII, el cacao, el café y la pimienta eran los cultivos básicos clave para los imperios europeos. El banano sirvió como una fantástica planta de cultivo intercalado; sus grandes hojas ofrecían abundante sombra para cultivos más valiosos. El plátano también sirvió como una fuente fácil de alimento para los esclavos que trabajaban en estas plantaciones, ya que ofrecía un alto contenido energético y era de fácil digestión.

Hasta finales del siglo XVIII, el plátano era más una curiosidad exótica o una herramienta en la construcción del imperio europeo que un alimento para el consumo regular, pero todo eso cambió en 1835. Un botánico francés, Jean Francois Pouyat, llevó una variedad específica de plátano amarillo desde la isla caribeña de Martinica a Jamaica. El color amarillo era el menos relevante de sus extraordinarios atributos. Esta variedad sería apreciada por su piel resistente a los machucones, su crecimiento en racimos grandes y su capacidad para sobrevivir en envíos a largas distancias. Era la Gros Michel (es decir, “Big Mike”) y estaba a punto de causar un gran impacto en el mundo.

Lorenzo Dow Baker, un marinero estadounidense, tropezó con el plátano por casualidad en 1870 mientras transportaba equipo minero de Venezuela a Estados Unidos y se detuvo en Jamaica para recoger algunos otros productos. Baker añadió plátanos Gros Michel a su cargamento y resultó ser una decisión afortunada. Seis años más tarde, en 1876, Filadelfia fue sede de la Expo Mundial que, además de la introducción del teléfono por parte de Alexander Graham Bell, incluyó un plátano. La fruta se vendía a 10 centavos la pieza y se comercializaba como una “curiosidad de Indias”. Los estadounidenses comenzaron a enamorarse de esta fruta exótica y Baker continuó transportando cada vez más plátanos en sus viajes de regreso de Jamaica. En 1885, Baker unió fuerzas con el empresario estadounidense Andrew Preston para formar Boston Fruit Company.

Si bien la popularidad del plátano iba en aumento, todavía existía un tabú en torno a la fruta, principalmente debido a su forma. Preston se propuso abordar este tabú. Una herramienta de marketing que utilizó fue la emisión de postales de damas victorianas haciendo un picnic, sosteniendo plátanos y comiéndolos. Preston sabía que, si quería lograr que más estadounidenses comieran plátanos, no solo tendría que eliminar el tabú sino también comercializarlos como buenos, saludables y (lo más importante) baratos. No solo baratos, sino que más baratos que cualquier otra fruta.

Como ocurre con cualquier artículo muy demandado, la competencia no tardó en llegar. En 1875, Minor Cooper Keith, un joven hombre de negocios que inicialmente había estado experimentando con la plantación de plátanos para alimentar a sus trabajadores ferroviarios, fundó la Tropical Trading and Transport Company. Keith estaba trabajando en un proyecto ferroviario en Costa Rica, que permitiría que el café cultivado en el valle central del país llegara a sus puertos en el Caribe. En 1882, el gobierno de Costa Rica incumplió sus pagos a Keith, pero pudo llegar a un acuerdo que le permitió completar el proyecto a cambio de 800.000 acres (unas 324.000 hectáreas) de terreno libre de impuestos a lo largo de la vía férrea. El ferrocarril se completó en 1890, pero el volumen de pasajeros y carga resultó insuficiente para financiar la deuda de Keith.

Como resultado, en 1899, la empresa de Keith se fusionó con Baker’s Boston Fruit Company para convertirse en la United Fruit Company.

En 1900, la United Fruit Company controlaba el 80% del mercado bananero estadounidense y convirtió en realidad la visión de Preston de que el plátano era la fruta más barata, todo gracias al monopolio de la empresa sobre toda la cadena de suministro: tierra, transporte y mano de obra. Los 800.000 acres de tierra en Costa Rica adquiridos por Keith fueron solo el comienzo. A medida que se extendió la fiebre del banano, también lo hizo la adquisición de tierras por parte de la United Fruit Company en América Central y Sudamérica. Replicando la estrategia de Keith, la empresa hizo acuerdos con gobiernos para construir infraestructura a cambio de enormes extensiones de tierra. En la década de 1920, la United Fruit Company tenía un imperio que se extendía desde Centroamérica hasta el norte de Sudamérica, lo que le valió el apodo de “El Pulpo”. La flota privada de la compañía también creció hasta la asombrosa cifra de 100 barcos conocidos como la “Gran Flota Blanca”, la armada privada más grande del mundo.

Si bien la empresa tenía un control firme sobre la tierra y el transporte, la mano de obra estaba algo menos garantizada. A medida que la demanda de plátanos se disparó, también aumentó la presión sobre los trabajadores de las plantaciones para que trabajaran más rápido y durante períodos de tiempo más largos, entre 14 y 24 horas al día. Como era de esperar, los trabajadores comenzaron a protestar por sus condiciones laborales. Un ejemplo de esto fue cuando en 1928 los empleados de la United Fruit Company que trabajaban en una plantación en Colombia se declararon en huelga. La compañía no planeaba abordar las demandas de los trabajadores y, en cambio, con su influencia y poder en la región, presionó al gobierno de los Estados Unidos para que amenazara a los funcionarios colombianos con que, si no se protegían los intereses comerciales de la empresa, los marines estadounidenses invadirían Colombia.

En 1900 la United Fruit Company controlaba el 80% del mercado bananero estadounidense. El plátano era la fruta más barata, gracias al monopolio de la empresa sobre toda la cadena de suministro: tierra, transporte y mano de obra.

El gobierno colombiano respondió enviando militares a las plantaciones y abriendo fuego contra los trabajadores y sus familias después de la misa del domingo por la mañana. El evento se conoció como la Masacre del Plátano. Lamentablemente, este fue solo uno de los muchos ejemplos del impacto que tuvo la industria bananera en las comunidades de las Américas. Fue durante este período que se acuñó el término “República Bananera” para describir a los países inestables que dependían económicamente del banano como único producto y exportación.

Quizás ahora te preguntes: ¿qué pasó con la United Fruit Company? En 1947, la compañía resolvió el problema de distinguir sus plátanos de la competencia creando una marca premium a partir de un commodity. En 1990 esta marca sería adoptada como nombre de la empresa. La marca era Chiquita.

Si bien la United Fruit Company pudo mantener protegidos sus intereses comerciales, todavía existía una vulnerabilidad: el plátano en sí. En todas las plantaciones se cultivaba exactamente la misma variedad: el Gros Michel. Era el monocultivo por antonomasia. Una enfermedad o plaga podría haber diezmado toda la industria… y en la década de 1950 eso es exactamente lo que sucedió.

Una enfermedad fúngica originaria de Asia, que se conocería como “enfermedad de Panamá”, comenzó a extenderse por todo el continente americano. Se estaba realizando una búsqueda urgente para sustituir el Gros Michel por una variedad que pudiera ser resistente a la enfermedad. En la década de 1960, se identificó un cultivar que mostraba signos de resistencia: el Cavendish.

Este plátano, que lleva el nombre del séptimo duque de Devonshire, William Cavendish, se parecía al Gros Michel y también podía transportarse verde, pero tenía una cáscara más fina, lo que lo hacía más propenso a sufrir machucones.

Esta variedad presentaba además un sabor más suave. En unas pocas décadas, el Cavendish se convirtió en el nuevo cultivar de la industria del monocultivo bananero y sigue siéndolo hoy. Así es, el plátano que disfrutaban tus abuelos no es el mismo que comes hoy.

Desafortunadamente, las amenazas de enfermedades no quedaron en el pasado. En la década de 1990, surgió una nueva cepa del mal de Panamá y el Cavendish no es resistente a ella. Al igual que en la década de 1950, se ha buscado un nuevo cultivar de banano que reemplace al Cavendish y nos salve de un mundo sin acceso a un banano todos los días del año.

¿Se convertirán los plátanos en la curiosidad exótica que alguna vez fueron, accesibles solo donde la planta pueda crecer? ¿O surgirá un nuevo cultivar que ampliará el control sobre un sistema de monocultivo que ha devastado muchas naciones de América Central y del Sur? El tiempo dirá. Mientras tanto, tómate un momento para apreciar el próximo plátano que comas y el viaje que ha recorrido hasta llegar a tus manos.

*John Paap es director de sostenibilidad y marketing de marca de Jac. Vandenberg, Inc. y copresentador de la serie “History of Fresh Produce” en The Produce Industry Podcast.