La increíble historia del match entre Ferrero y la avellana made in Chile
CRÓNICAS DE LA INDUSTRIA | Un gran hito

La increíble historia del match entre Ferrero y la avellana made in Chile

Tan sabrosos como la misma Nutella son los entretelones que llevaron a Chile a convertirse en uno de los principales proveedores de la multinacional fundada en Piamonte, cuyos productos como los deliciosos chocolates Ferrero Rocher, Kinder y por supuesto su icónica pasta de avellana y cacao se venden hoy en más de 170 países. Un relato vibrante, hilado a través de los recuerdos de su protagonista: Jaime Armengolli.


Por Claudia Carranza Coron | Ilustraciones: Ítalo Ahumada

No es necesario ser un amante del chocolate y la repostería para conocer la Nutella, esa deliciosa crema de avellanas y cacao producida por la italiana Ferrero desde los años sesenta. La génesis de este hoy emblemático producto se encuentra en una pasta elaborada en la época de postguerra, en los años cuarenta, receta también de la empresa con sede en el Piamonte. Desde hace algunas décadas, Chile es proveedor de uno de sus insumos clave, la avellana europea. ¿Cómo se produjo esta sinergia?

Para responder esta pregunta hay que remontarse a 1978, cuando un libro sobre la Corylus avellana L., si la llamamos por su nombre científico, cayó en las manos de Jaime Armengolli, hoy dueño de Agrícola La Campana y en ese entonces un joven corredor de productos agrícolas. “Lo compartí con mi papá, que tenía un campo por afición. Le dije viejo échale una leída, mira qué interesante, y compartió mi criterio de que esto en Chile tenía posibilidades. Me hizo algunas observaciones que no estaban bien claras en el libro, como la cosecha. Estamos hablando del año 78, el campo no estaba tan mecanizado como hoy”, recuerda.

En una época en que las comunicaciones telefónicas no eran fluidas, en su rol de corredor se movía a lo largo de la zona centro-sur buscando productores que transaran por su intermedio. Pero el avellano europeo seguía dando vueltas en su cabeza. “Llegué a pensar que en aquellos años podía ser una posibilidad para todo el sector agrícola mapuche, porque producto de la reforma agraria y las políticas de ese tiempo les estaban entregando títulos de propiedad individuales; después se cambió la legislación y los agruparon en comunidades. Tenían desde 10 hectáreas hasta 30 o 40, una cosa así. Veía que esta era una producción que la podía manejar un grupo familiar”, relata. Así llegamos a 1989 y producto de “causalidades” de la vida, como le gusta decir a Armengolli, tuvo los contactos necesarios en Italia para comprar el material genético y materializar su sueño de traer el avellano europeo a tierras chilenas, con las primeras plantas que llegarían en serie al país. Hasta entonces el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) había importado algunas para hacer investigaciones, y en sus viajes de trabajo por el sur Jaime se había encontrado esporádicamente con algunos árboles aislados de esta pequeña nuez. Pero este era el primer emprendimiento.

Pese a su apellido, Armengolli no hablaba italiano, por lo que un amigo que en ese entonces estaba en Génova como investigador universitario, hacía de interlocutor. Tampoco había estado en Europa. Pero tomó contacto en forma directa con los viveros y se puso en campaña para comprar un lugar donde establecer su huerto. Tarea que no fue fácil, ya que su primer intento fue en la ubicación equivocada.

El Grupo Ferrero, liderado actualmente por Giovanni Ferrero, tercera generación de la familia, es uno de los mayores usuarios de avellanas en el mundo.

Antes de seguir con la historia es importante hacer un pequeño paréntesis para aclarar que la avellana nativa de Chile, Gevuina avellana, que crece en bosques templados del país entre los 35° y los 44° de latitud sur, no es realmente una avellana para los ojos de productores y consumidores de otras latitudes.

Difiere, entonces, de la protagonista de esta crónica, la avellana europea, que tiene sus orígenes en Mesopotamia, área geográfica del actual Irán, Irak y Turquía y su distribución hoy también abarca desde las costas del Atlántico europeo a Noruega. “Proviene de Asia Menor, siendo posteriormente llevada por los griegos a Italia. Igualmente, hace 5 mil años fueron encontrados en China restos fósiles de la planta de este fruto”, dice la página de Agrichile. Etimológicamente proviene del latín nux abellana, «fruto seco o nuez de Avella», pueblo de la provincia italiana de Avellino.

Aclarado el punto, sigamos nuestro viaje.

BATE QUE BATE, ESCASEZ DE CHOCOLATE

Nos situamos en la Europa de postguerra, donde el cacao era un bien escaso y sujeto a racionamiento. Y como en épocas de crisis surgen grandes ideas, Pietro Ferrero y su esposa Piera, dieron los primeros pasos de la hoy multinacional italiana, transformando una pastelería en una empresa manufacturera de confites. Ferrero fue fundada en Alba, un pintoresco pueblo ubicado en el Piamonte italiano, en 1946.

Y dieron vida a la antecesora de la icónica Nutella, “Giandujot” -en honor a un personaje de la Commedia dell’Arte del siglo XVII, que representaba al arquetipo del piamontés- una pasta dulce elaborada con azúcar, una pequeña cantidad del escaso cacao y avellanas, a la que dieron forma de barra para que pudiera rebanarse y echar al pan. En 1951, Pietro lanzó una segunda versión, untable, con el nombre de “Supercrema Giandujot”.

Luego fue Michele Ferrero, hijo de Pietro, quien asumió el liderazgo de la empresa y en 1963 modificó la composición e imagen de esta supercrema para poder comercializarla por el resto de Europa, rebautizándola como Nutella: nut, como avellana en inglés, a lo que agregó el sufijo latino de «ella». La primera Nutella Ferrero salió de la fábrica el 20 de abril de 1964. En 1965 fue lanzada en Alemania, un año después en Francia, y en 1978 llegó a Australia, abriendo su primera planta fuera del viejo continente.

Incluso el mismísimo Napoleón Bonaparte es sindicado como uno de los responsables de que podamos disfrutar de la deliciosa Nutella. En 1806 el emperador corso ordenó un bloqueo de comercio con Gran Bretaña, lo que elevó por las nubles el precio del cacao. En respuesta a esta medida, los chocolateros y confiteros italianos recurrieron al ingenio para hacer cundir la materia prima que les quedaba. Para hacerlo empezaron a agregar avellanas picadas y bautizaron a este nuevo producto como ‘gianduia’, lo que logró conquistar el paladar de los consumidores.

El Grupo Ferrero, liderado actualmente por Giovanni Ferrero, tercera generación de la familia, es uno de los mayores usuarios de avellanas en el mundo. La empresa está presente a lo largo de toda la industria de este fruto. En esa misma dirección, en 2015 se constituyó la Ferrero Hazelnut Company (HCo), la cual agrupa en una única estructura a todos los agentes de la industria de la avellana y se encuentra conformada por seis empresas agrícolas de Ferrero y siete plantas de elaboración.

Su oferta también ha ido creciendo, y los principales productos de Ferrero en los que se utilizan avellanas como materia prima son Nutella, Ferrero Rocher y Kinder Bueno, entre otros.

UN MOMENTO HISTÓRICO

Teniendo clara la importancia de la avellana como uno de los insumos protagónicos de los productos Ferrero, volvamos a su cultivo en Chile. Y volemos a Italia con Jaime Armengolli, en su primer viaje a Europa en busca de las plantas.

“En el corretaje agrícola de aquella época, trabajábamos mucho con el incipiente ProChile. En ese tiempo estaba en Italia Cristián Le Blanc, con sede en Milán, y le conté de mi proyecto, aunque no tenía nada que ver todavía con exportaciones. Le avisé que dentro de una semana estaría en Italia y me pidió que le llevara una muestra de avellana chilena, porque había una empresa que le estaba insistiendo que quería verlas. Pensé ‘estamos hablando de algo distinto’, pero las llevé igual”, recuerda.

Y llegamos a un momento que califica como histórico. Armengolli aterrizó en Milán un jueves y le avisó a Le Blanc que al día siguiente pasaría por su despacho. “Ese viernes en la mañana fui y le entregué la muestra. Cristián llamó a un señor italiano y me preguntó adónde me dirigía; yo tenía programado ir a un vivero cerca de Asti, además de otros lugares. Entremedio estaba Alba, donde se encontraba la casa matriz de Ferrero. Entonces Cristián me preguntó a qué hora podía estar allá y me dijo anda con calma, porque te van a esperar”, relata.

Arrendó un Fiat 850 y partió por la autopista, “un sistema absolutamente desconocido para mí, me pasaban zumbados los autos a 140 km/hr, pero yo iba muy emocionado. Llegando a Alba, tipo 5 de la tarde, me encuentro con la Piazza Pietro Ferrero, la Av. María Ferrero, chuta, entonces veo que Ferrero era como dueño de Alba”.

Ya en las oficinas de la empresa pidió hablar con el señor Mario Vacchetti. Recuerda con humor que “apareció este milanés de corbata, chaqueta impecable, con un guardapolvo encima, mocasines italianos, menor que yo y muy parco. Y yo de bluejeans, una campera de gamuza, a lo chileno. Los italianos milaneses son enfermos de formales, vestidos a la moda estacional, y para sacarles el tú cuesta mucho”.

Nunca olvidaré las palabras de la persona que tuvo a su cargo la revisión, cuando finalmente se autorizó el ingreso: Por mí, estas plantas jamás deberían haber entrado a Chile”. Jaime Armengolli, pionero del avellano en Chile.

Cuando Vacchetti abrió la muestra que Armengolli traía desde Chile, lo miró y le dijo “esto no son avellanas”. Jaime lo sabía, así que le explicó que esa era la avellana que hay en Chile. Acto seguido, el italiano sacó unos libros de botánica. “En efecto, son de familias distintas. Quizás en qué año, cuando se clasificó la chilena, le pusieron avellanae para describir que era redonda como una avellana”, aventura Armengolli. Definitivamente no era lo que necesitaba Ferrero, pero cuando Jaime le contó que andaba en busca de plantas de avellano europeo para comenzar su producción en Chile -haciéndose entender con un improvisado “itañol”- las cosas cambiaron.

“Cerca de las ocho de la noche nos recibió uno de los directores, que son como nuestros gerentes. El sí hablaba inglés, lo que hizo la comunicación más fácil y me preguntó de un cuanto hay. La reunión concluyó con la instrucción de este director a Mario Vacchetti de que siguiera en contacto conmigo y me facilitara todo lo que pudiera necesitar en Italia. Llegué al hotel como a las 10:30 de la noche, cansado y dije esto no me cuadra… día viernes, noviembre, invierno, yo sudamericano y que me hayan estado esperando… acá hay algo que yo no sé”. Ese fue el primer approach con Ferrero.

Armengolli recorrió el área de Alba, Asti y alrededores en su fiel Fiat que lo acompañó en este periplo visitando viveros y comprando plantas. Las 2.000 plantas de diferentes variedades de avellano europeo, en paquetes de 25 y a raíz desnuda, aterrizaron en suelo chileno a fines de diciembre, entre Navidad y Año Nuevo, y tras las que describe como una serie de peripecias con el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), lograron entrar. Se salvaron de ser devueltas o quemadas, lo que por momentos pareció su ineludible destino, ya que en la primera inspección encontraron tierra y de acuerdo a la resolución solo podían ingresar plantas totalmente limpias, por lo que inicialmente fueron decomisadas. “Nunca olvidaré las palabras de la persona que tuvo a su cargo la revisión, cuando finalmente se autorizó el ingreso: por mí, estas plantas jamás deberían haber entrado a Chile”.

AVELLANAS MADE IN CHILE

Ese primer material genético que llegó a Chile en cantidad, tuvo como destino el campo que Armengolli había comprado en la zona de Victoria, en el sur del país. Sin embargo, la ubicación no fue la correcta, ya que no contaba con las condiciones climáticas para su cultivo y las plantas no daban frutos. Un ambiente ideal para su desarrollo considera temperaturas medias anuales entre 12° y 16°C, con un mínimo de 700 horas frío, entre otros factores. “El lugar preciso donde yo estaba era muy helado, pero era un microclima, porque en la parte baja de Victoria, al lado de la carretera hoy día hay muchos avellanos”, precisa.

Recuerda que ya con sus primeras plantas, el año 1992 puso un aviso que decía “Vendo Avellano Europeo”. “Me llamó mucha gente, pero nadie me compró. Un gallo, después de que le di la tremenda charla me dijo ya, me convenciste, ¿cuántas plantas caben en una hectárea? Le respondí que 416. Su respuesta fue ya, voy a probar con media hectárea… ¡Qué haces con media hectárea, adónde vas a llegar!, entonces no se había creído el cuento en lo absoluto”.

A pesar de este revés inicial, mantuvo su espíritu romántico en relación a este cultivo y siguió como él dice “cacareando” para que más productores se aventuraran a producirlo. “Yo he nadado mucho contra la corriente, estaba tan convencido de mi idea, que pensaba que conversando con la gente iba a poder contagiar el mismo entusiasmo que yo tenía por el proyecto”, confiesa.

Las 2.000 plantas de diferentes variedades de avellano europeo, que trajo Jaime Armengolli aterrizaron en suelo chileno a fines de diciembre, y lograron entrar tras una serie de peripecias con el SAG.

Mientras tanto, los italianos de Ferrero se mantenían atentos a lo que ocurría con el avellano europeo en Chile, y recibió visitas durante esos años. El mismo Mario Vacchetti estuvo en Chile, viendo en terreno cómo avanzaba el tema. “Finalmente Ferrero optó por irse a Argentina, donde estaban haciendo algo paralelo, porque les ofrecieron tierra muy barata. Cuando supe el lugar que habían elegido, pensé o yo sé muy poco de frutales y avellanos, o ahí no les va a resultar, porque era en la Patagonia, frente a Viedma, un poquito hacia el sur en una localidad que se llama San Antonio Oeste. Acá en Chile pospusieron el tema y perdí un poco el contacto con ellos”, relata Armengolli.

Hasta que un amigo lo puso en contacto con Giovanni Poio, gerente de Ferrero Alemania, que estaba de visita en Chile. Se reunieron en Linares, donde Jaime había emigrado con sus plantas.

Pronto, la empresa italiana se instalaría en Chile con producción propia. “Ferrero ya se había decidido a plantar acá, en unos campos de cerezos que usaban para sus bombones Mon Cheri. Entonces mis plantas fueron a esas tierras. Durante mucho tiempo fui su proveedor principal”, relata Armengolli.

Entre las numerosas variedades que llegaron inicialmente a Chile, se encontraban ecotipos como la Tonda Romana, Tonda Gentile delle Langhe, luego Giffoni y Nocchione. Hoy se cultivan especialmente dos: Barcelona y Tonda di Giffoni.

La inversión de Ferrero en Chile supera los US$ 330 millones.

LAS AVELLANAS EN DIFERENTES CANASTAS

No depender de las avellanas de un solo productor principal, como lo era Turquía, llevó a Ferrero a buscar nuevos mercados. Y es que tener todos los huevos en una misma canasta, o en este caso las avellanas, representaba un riesgo, y entre las alternativas apareció Chile como un destino que les ofrecía la oportunidad de producir en contraestación. Esto les permitiría contar con avellanas frescas y acorde a sus altos estándares de calidad durante todo el año.

Ferrero llegó a Chile en 1991 a través de AgriChile, una de las filiales agrícolas del holding, ubicándose en las cercanías de Curicó. La primera década en estas tierras la dedicó a estudiar la metodología agrícola que necesitaban los avellanos en el país. “En la actualidad, AgriChile colabora activamente con más de 600 productores que se encuentran estratégicamente distribuidos entre las regiones de Maule y Los Lagos. Para nosotros, es de suma importancia promover la diversificación de la producción a lo largo de todo el país”, sostiene Camillo Scocco, gerente general de AgriChile.

Sobre el trabajo realizado en el país, del que destaca sus características de terreno y clima propicios para seguir creciendo, Scocco explica que “en relación a la producción de avellanas, Chile ha experimentado un importante crecimiento en los últimos diez años. De acuerdo con nuestros registros y la experiencia de Ferrero, para esta temporada 2023 – 2024 esperamos un fuerte crecimiento en la producción nacional en las distintas zonas en las que hay cultivos de este fruto, especialmente entre las regiones de Maule y Los Lagos. En ese aspecto, las variedades Giffoni y Barcelona siguen liderando la producción”.

Actualmente Chile cuenta con más de 43.000 hectáreas cultivadas de avellano con distintas variedades, las cuales provienen de 600 diferentes empresas agrícolas a lo largo del territorio nacional. “De cara a los próximos diez años esperamos llegar a las 60.000 hectáreas cultivadas, además de mejorar el procesamiento de toneladas de avellanas en cáscara que producimos en una temporada. Asimismo, según el INC, a nivel global Chile se posicionó como el 6º país con mayor producción de avellanas durante 2021-2022. Y alcanzó el cuarto lugar en la temporada 2023-2024”, agrega Scocco.

Dentro de los próximos hitos clave para Ferrero HcO en Chile, se encuentra la puesta en marcha de una nueva planta ubicada en la Región del Ñuble. “Esta inversión no solo impulsará el crecimiento de la empresa, sino que también generará oportunidades laborales significativas. La inversión de Ferrero en Chile supera los US$ 330 millones, de los cuales US$ 75 millones corresponden a la segunda planta de transformación de avellanas. Otro dato significativo a resaltar es que Ferrero emplea directamente a casi 1.000 personas en Chile. Esto refleja nuestro compromiso con el desarrollo económico y la generación de empleo en la región”, precisa el ejecutivo.

El propósito principal de este proyecto es satisfacer la creciente demanda proyectada para los próximos años en el sector de las avellanas. Con el continuo y sólido crecimiento en la producción y exportación de avellanas en Chile, la nueva planta desempeñará un papel crucial al permitirles duplicar su producción actual. “Este logro contribuirá a consolidar la posición de Chile como uno de los principales productores de avellanas a nivel mundial”.

Sobre la presencia de la multinacional piamontesa en el país, Armengolli destaca que “el precio que fija Ferrero para la avellana chilena es mejor que el que la misma empresa ofrece a los productores en Turquía, en Italia o en otros países”.

A la hora del balance, con ires y venires, el pionero de este cultivo a nivel nacional sostiene que “si no hubiera existido un Ferrero, jamás Chile hubiera llegado a los niveles de producción actuales… 64 mil toneladas. Estaríamos en 10 mil toneladas con suerte”.

De esta forma, el avellano europeo sigue su camino consolidándose como un cultivo que, además de ofrecer un manejo sencillo en comparación con otros frutos secos, tiene la gran ventaja de contar con un poder comprador permanente. Un socio estratégico que en Chile ha encontrado una tierra fértil para su desarrollo a escala global.