Efímera como la flor del cerezo
CULTURA

Efímera como la flor del cerezo

Los japoneses son reconocidos por acudir en primavera a los parques a presenciar el despertar de las flores. Es un momento lleno de simbolismos, donde el invierno queda atrás y se abre paso un nuevo inicio para contemplar la belleza, la vida y la muerte, principalmente del sakura (cerezo en flor).


Por Nicolás Pienovi Osorio | Especialista en contenidos en EE.UU., Brasil, Argentina y Chile

En el hemisferio sur estamos prontos a experimentar el equinoccio de primavera, periodo especial para entibiarnos con el sol, disfrutar de la naturaleza y, si nos detenemos un momento generando una pausa en nuestras rutinas, conectarnos y apreciar el florecimiento de un mundo nuevo que renace año a año.

“Efímera como la sakura” es una producción japonesa de 2021 que se estrenó a nivel global en 2022 en Netflix. El guion es una adaptación para la pantalla de Tomoko Yoshida que se basó en la novela (best seller) “Mi amante de las flores de cerezo”, de Keisuke Uyama. En los 129 minutos que dura el relato, el director Yoshihiro Fukagawa (The Legacy Of Dr. Death: Black File. 2020) nos habla de la fugacidad de los cerezos en flor y de la vida, a través de situaciones comunes y personajes simples: Haruto Asakura (Kento Nakajima), un introvertido fotógrafo y Misaki Ariake (Honoka Matsumoto), una joven peluquera. No obstante, como en la vida misma, el romance da paso al drama y el conflicto central inicia cuando Misaki, a raíz de una enfermedad, encarna una serie de cambios físicos y emocionales que marcarán su destino y el de Haruto.

Si bien el metraje de la película es un recordatorio de que la vida es fugaz, las más de dos horas que dura la cinta no lo son, más bien mantiene un ritmo pausado y una lenta progresión hacia un desenlace agónico. A través de una estructura de tres actos, sigue la línea de las series o miniseries, con capítulos perfectamente contados, arcos dramáticos claros y perfectos ganchos narrativos, que nos hacen seguir inmersos y respirando en el universo que nos propone la dirección de Fukagawa y la pluma de Yoshida.

La paleta de colores propuesta es pertinente, mezclando el tránsito de las tonalidades estacionales de Tokio y resaltando los matices del cerezo. Las locaciones exteriores e interiores son simples y bellas, como las sutilezas de los personajes mismos. Los múltiples simbolismos de las tradiciones japonesas van de la mano del uso del vestuario y de la relación de los protagonistas con su entorno social y sus mundos individuales. La fotografía está al servicio de lucir y resaltar todos los elementos mencionados, plasmando así una elegante propuesta visual que interacciona con una banda musical moderna y algo más pop de lo que esperaba; pero que genera, a través de esta combinación, una amplitud identificadora de los distintos grupos que componen la potencial audiencia de esta cinta. Un público que, indistintamente de las distancias geográficas, sabrá identificar puntos en común y reconocer espacios territoriales nuevos o para revisitar con otra mirada.

Hace algunos años viví en Chicago y, en primavera, recuerdo cuando recorrí los extensos y majestuosos senderos del Japanese Garden en el Jackson Park de Illinois. Años después, hice lo mismo con en el Jardín Japonés del barrio Palermo cuando me tocó ser parte de la cultura académica de Buenos Aires. Mientras que hoy, que tengo raíces en la ciudad de Santiago de Chile, siento este nuevo aire que se gesta… Y no lo digo solo por el smog o las alergias… más bien por la particular estacionalidad cargada de alegría y esplendor que está preparándose para despertar.

Después de observar el mundo presentado en “Efímera como la sakura”, quizá sea momento de amarrar los cordones de unas cómodas zapatillas y salir a respirar la belleza del Jardín Japonés del Parque Metropolitano… para vivir en primera persona la efímera belleza de los cerezos en flor.