Conquistar juntos el mundo
CRÓNICAS DE LA INDUSTRIA | Víctor Moller Schiavetti

Conquistar juntos el mundo

Con el lema “todos los berries, todos los días, a todo el mundo”, forjó con visión Hortifrut, empresa que lo convirtió en una leyenda del mercado de los frutos rojos. Tras su partida antes de cumplir los 80 años, su legado en esta industria se mantiene presente.


Por Claudia Carranza Coron | Ilustraciones: Italo Ahumada Morasky | Fotografías: Gentileza familia Moller

“Siempre he creído que los grandes sueños son los motores que han permitido a personas, empresas y países ser grandes y exitosos”. Estas palabras son parte del discurso con el que Víctor Moller Schiavetti agradeció el premio al empresario del año entregado por ICARE el año 2007, uno de los tantos reconocimientos que recibió a lo largo de su vida. Y es que Hortifrut, la empresa que fundó a inicios de los 80’s y que está pronta a cumplir 40 años, partió así. Con el sueño de “llevar todos los berries, todos los días, a todo el mundo”.

Don Víctor descansa junto a su padre, Víctor Moller Bordeu en la VIII región, en el sur de Chile. Creció en el campo y, siguiendo los pasos de generaciones, se dedicó a trabajarlo con visión, esfuerzo y amor por la tierra y su gente. Traspasó esta pasión a Ana María Opazo, su esposa por 52 años, y a sus hijos, quienes también crecieron en el campo.

Representante de la cuarta generación de los Moller en Chile, desde pequeño “don Víctor” generó un fuerte vínculo con el campo, pasando veranos, fines de semana y largas temporadas en la hacienda familiar de Negrete, ubicada cerca del río Biobío. De ahí su amor por los caballos, la pesca, la caza y por las tradiciones chilenas que lo hacían disfrutar de las Fiestas Patrias con celebraciones bien acampadas y vistiendo con orgullo su traje de “huaso”. Y es que, pese a sus raíces danesas, siempre se consideró un hombre de campo. Desde la primera mitad del siglo XIX su familia se dedicó a las labores agrícolas en el sur de Chile y él siguió la tradición.

A los 16 años partió a Estados Unidos a estudiar agronomía en la Oregón State University y luego en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), mismo centro donde se formó como ingeniero su padre, quien además de dedicarse a la agroindustria, fue Ministro de Agricultura de Chile durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda. Víctor sentía una profunda admiración por él y fue quien le traspasó el que sería uno de sus sellos: el cuidado y la preocupación por las personas.

Sencillo, espontáneo y muy creativo. Siempre tenía una idea en la cabeza, un proyecto interesante y contagiaba entusiasmo. “Fue muy cercano y accesible a todos, un gran storyteller, se le ocurrían frases geniales, como que por sus venas corría sangre de berries. En su trabajo era extremadamente dedicado y muy responsable, en los viajes a terreno era siempre el primero en estar levantado y el último en acostarse. Su estilo en los negocios era empoderar, entregar confianza, y por supuesto, ser muy exigente a la vez”, recuerda Nicolás Moller Opazo, el segundo de sus hijos.

Su positivismo para ver la vida y la capacidad de transformar problemas en oportunidades eran rasgos que lo definían. “Ante los problemas era el primero en estar ahí – como soldado – ayudando a resolver. Decía siempre ´a los problemas, soluciones´ y no dormía hasta encontrar la solución o cómo él expresaba, los caminos, las puertas y las ventanas”, agrega.

Fue así como logró reinventarse varias veces a lo largo de su vida. Y es que no siempre sus apuestas tuvieron los resultados esperados, pero eso no lo desanimó. Hoy, Hortifrut se consolida como líder en la comercialización de arándanos a nivel mundial y como la segunda mayor compañía en la categoría de berries. Los recuerdos de su época de estudiante en Óregon en los años 60, donde los estadounidenses consumían frutos rojos durante tres o cuatro meses al año y la oportunidad que significaba abastecer este mercado a contra-estación, fue quizás el punto de inflexión que lo llevó a embarcarse en lo que fue su sueño y gran desafío.

Con garra y creatividad, Víctor Moller fue capaz de ponerse de pie una y otra vez cuando la situación fue adversa.

“Él es la razón por la que las personas en Estados Unidos disfrutan arándanos, moras y frambuesas fuera de temporada. En esa época nadie estaba produciendo berries para el mercado estadounidense. Muchos lo hacen ahora, pero en ese entonces nadie, o muy pocos, ofrecían frambuesas y moras frescas a contraestación, y de seguro nadie proveía arándanos. Entonces Víctor fue un verdadero pionero que ayudó a crear este mercado. El negocio de los arándanos ha crecido exponencialmente desde que comenzó y hoy están en las vitrinas 52 semanas en abundancia y a un precio asequible para el consumidor. Don Víctor fue un gran hombre, que se extrañará profundamente tanto en la industria de los berries como entre quienes tuvimos la suerte de llamarlo amigo”, señala con orgullo Brian Bocock, vicepresidente de gestión de producto de Naturipe Farms, quien trabajó más de 20 años con Víctor Moller en la industria de berries.

LA TERCERA ES LA VENCIDA

El camino para llegar a construir la que hoy es una plataforma global de negocios con presencia en 35 países, con importantes alianzas y que se abrió a la bolsa el año 2012, no estuvo exento de obstáculos. Pero con garra y creatividad, Víctor Moller fue capaz de ponerse de pie una y otra vez cuando la situación fue adversa.

El campo de sus padres, en el que cultivaban manzanas de exportación junto a otros productos, fue expropiado. Perdieron casi la totalidad de sus tierras y del patrimonio familiar construido por más de 150 años de trabajo. Tuvieron que empezar de cero. Víctor aún no cumplía los 30 años y apenas se casó con Ana María, su compañera de vida, decide cruzar la cordillera en busca de nuevos proyectos.

Partieron con una tintorería en Buenos Aires, que pronto sería reemplazada por un negocio más innovador, la primera empresa genética de cerdos híbridos en el hemisferio sur. Argentina era el país con el menor costo de granos del mundo, lo que permitiría exportar un buen producto a precios competitivos. Víctor Moller contó que en esos años Inglaterra lideraba la creación de líneas genéticas en cerdos y “los ingleses enviaron el núcleo genético a Argentina con la sola promesa de pagarlo con royalties basados en producción futura. …Cuando llegaron los dos aviones de carga al aeropuerto de Buenos Aires, estaba toda la prensa argentina, autoridades del ministerio de agricultura, de sanidad, productores, por supuesto mi señora a mi lado. Se abren las puertas y aparecen unos ingleses muy despeinados agitando los brazos con desesperación, más del 40% de los cerdos venían muertos por falla de oxígeno. En vez de posar para la foto, hubo que saltar a la pista a salvar los que aún vivían”. La compañía de seguros respondió por las pérdidas y partió todo de nuevo. Luego de 7 años de trabajo, exportaban 50.000 cerdos congelados al año, tanto a Europa como Asia.

Distintas razones, entre ellas diferencias con sus socios argentinos y la situación política del país, lo hicieron liquidar el negocio y preparar su regreso. Compró la reserva de lo que era la Hacienda Virquenco de la sucesión Bordeu, campo que había pertenecido a su familia en generaciones anteriores, y volvió definitivamente a Chile 9 años después, recién entrada la década de los 80.

Comenzó un primer emprendimiento junto a Juan Sutil, su amigo y actual presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio de Chile (CPC), con 45 hectáreas de espárragos, producto que finalmente encontraría en el Perú una tierra más fértil para su cultivo. Luego vendrían las primeras 4 hectáreas de frambuesas, que fueron el comienzo de una gran historia con la primera exportación de berries al hemisferio norte. Habiendo sido socios durante 27 años, Sutil destaca la capacidad de Moller para “percibir la calidad y el desarrollo de la fruta, de los huertos, el detalle del negocio y también que era una persona especialmente luchadora. Tuvimos momentos de grandes alegrías con el negocio, y momentos de mucha dificultad y fracasos. Víctor supo llevar con la misma fuerza ambos durante todo este camino de tantos años”.

Estos fueron los inicios de Productos Hortícolas y Frutícolas de Chile SA., que comenzó sus operaciones en Chile el año 1983 y que unos años después se conocería como Hortifrut.

Construyó un negocio de berries basado en la asociatividad como uno de sus pilares, formando alianzas estratégicas a nivel de producción, genética, desarrollo varietal, distribución y comercialización.

EL REY DE LOS BERRIES

Fue así que Víctor Moller se concentró en la producción de frambuesas y en cómo llevarlas a EE.UU. Dado lo delicado del fruto, su traslado era vital para que arribara en perfectas condiciones a destino. Corría el año 1984 y el primer embarque de 9.000 cajas logró llegar, pero el pago por los productos quedó en manos del distribuidor local y Víctor no recibió nada. Tuvo que vender parte del campo para hacer frente a las pérdidas, pero también le sirvió para replantearse la estructura del negocio para que funcionara con éxito. Una de las primeras decisiones fue abrir una oficina en Miami y hacerse cargo personalmente de supervisar la recepción y comercialización de la fruta. En su modelo de negocios, y dado la fragilidad de sus berries, era clave controlar todo el proceso y su presencia en terreno se hacía fundamental.

Su hijo Nicolás recuerda que, aunque él y sus hermanos todavía eran niños, trabajaban todos los veranos en las cosechas y era muy intenso “porque las frambuesas se cosechaban desde noviembre a marzo, con los manejos de poda, de lunes a lunes. En los inicios se transportaban en buses Lit –una cadena local- desde el campo hasta el aeropuerto de Santiago. No había ninguna tecnología, tuvo que inventar todo desde cero”.

Entonces buscó nuevas formas de hacer las cosas, desde innovar en la cosecha de la fruta y en su distribución, hasta desarrollar nuevos envases y técnicas de post-cosecha. “Lo que diseñé fue un modelo de negocios integrado desde la genética hasta el cliente final, sin intermediación, para no correr riesgos de cosas raras”, explica Víctor Moller, en el libro Atrevidos de Manuel Fernández.

“Partió en un rincón de Chile, pero se dio cuenta rápidamente que este negocio iba a ser global, que había que estar en los mercados. Los berries no eran prioridad para los distribuidores. Pero las frambuesas son muy perecibles y, si no les das la atención y el foco 24/7 que requieren, no puedes tener éxito. Definió muy temprano que debía comercializar sus propios berries y fue formando plataformas comerciales como Naturipe en EE.UU., EuroBerry en Europa”, explica Nicolás. Y agrega que “era un sueño amplio, de integración vertical, y como no había nada, hubo que hacerlo todo, la genética, los viveros, campos, importación, exportación, distribución”.

Luego sumó los arándanos a su canasta de productos, con los que posicionaría a Hortifrtut junto a sus socios como líder a nivel global y como el productor de arándanos orgánicos más grande del mundo, agregando también frutillas y moras. Para mantenerse a la vanguardia, la calidad del producto era determinante y para esto Víctor siempre tuvo claro el rol de la genética y de invertir en investigación y desarrollo. Una cultura centrada en las personas también caracterizó su visión. Tanto desde la mirada del cliente, al que era importante acompañar y adelantarse a sus necesidades; como del equipo humano, sus trabajadores, la preocupación por su gente, por sus equipos y por las comunidades en las que su negocio está presente.

Para Juan Sutil el aporte de Moller al sector está dado “no solo por el proceso de innovación tecnológica productiva, sino que también innovación en la forma de hacer el mercadeo, cómo aproximarse al consumidor final y por su capacidad exploratoria. Hortifrut, bajo el mandato, alero y dirección de Víctor, llegó a muchos rincones del mundo con sus productos, pero también en muchos rincones del mundo produjo arándanos, frambuesas, fresas, berries en general. No solo en lo productivo, sino también en la generación genética para poder mantenerse a la vanguardia de la innovación, de la calidad de la fruta, del contenido de esa cosa maravillosa que tienen los berries que hace que la gente los aprecie y los consume diariamente”.

A esta mirada vanguardista se suma un hombre de negocios capaz de ir un paso adelante, o incluso más. “Siempre estaba dispuesto a ceder el corto plazo, para ganar el largo plazo. De verdad podía ver el futuro a 10 años, a veces había que aguantar 2 o 3 años de pocas ganancias, para ganar un retorno de 10 años. Era un maestro para ver eso”, explica John Shelford, strategic advisor de Naturipe Value Added Foods, quien también fue presidente de Naturipe Farms y que se desempeñaba como CEO de MBG Marketing en 1990, cuando conoció a Moller.

MIRADA COMÚN

Después de tropezar un par de veces con la misma piedra, don Víctor aprendió la importancia de asociarse con las personas correctas, con los mismos valores y visión de futuro, privilegiando a familias que compartieran estos objetivos. Y construyó un negocio de berries basado en la asociatividad como uno de sus pilares, formando alianzas estratégicas a nivel de producción, genética, desarrollo varietal, distribución y comercialización. En sus propias palabras, “desde el potrero hasta el cliente final”.

Cómo llevar estas alianzas y relaciones muchas veces interculturales de buena manera, era un desafío. En una de muchas conversaciones, Gustavo Yentzen, presidente de Yentzen Group, recuerda que le preguntó cómo hacía para no tener diferencias con sus socios, “porque el crecimiento de Hortifrut es en base a buscar la complementariedad. Su respuesta se me grabó a fuego, me dijo: cuando dos socios ven el mismo punto en el horizonte, van siempre juntos. Pueden perderse en el día a día, puede haber diferencias, pero tienen que mirar los dos el mismo punto y así avanzarán sin problemas”.

Así se fueron concretando acuerdos que permitirían alcanzar el sueño de berries todos los días y en todo el mundo. Para contar con los cuatro tipos de berries en EE.UU., Hortifrut unió fuerzas con Naturipe Berry Growers y Michigan Blueberries Growers. El consorcio se denominó inicialmente Global Berry Farms y desde el año 2000 se conoce con la marca Naturipe Farms. Al mismo tiempo fue creando una red de productores en países como Brasil, China, España, Guatemala, México, Perú y Uruguay.

“Para generar alianzas, le sirvió mucho el lema de la empresa. Eso atrajo y entusiasmó…. Esa era mi invitación: conquistar juntos el mundo”, confiesa Moller en el libro de Fernández sobre historias de emprendedores y cómo construyeron su éxito.

Un líder nato y un emprendedor incansable, Víctor Moller Schiavetti dejó la vara alta. Siempre buscando nuevos desafíos, era un convencido de que lo mejor estaba por venir y que el futuro era brillante. Una frase que acuñó, y que sin duda más de alguno habrá tenido la oportunidad de escuchar: “Todos tomados de las manos, ninguno adelante, ninguno atrás, todos juntos con una bandera de lucha común, detrás del mismo sueño”. Un sueño en que los berries fueron protagonistas.

 

 

Un Magic leader

La capacidad que tenía Víctor Moller de ver a las personas, de dedicarle tiempo a cada uno, sin importar quién fuera, es una característica que colaboradores y miembros de sus equipos en distintas partes del mundo, reconocen y valoran. “Siempre nos hizo sentir importantes a cada uno, en cada función o cargo. Hace muchos años vino una americana que nos estaba haciendo una asesoría y habló de un término que nunca olvidé, nos dijo: `ustedes tienen un magic leader´. No es frecuente encontrarlos, porque abarca muchas cosas, poder encantarte, casi como magia”, recuerda María Elena Echenique, actual gerenta de Asuntos Corporativos de Hortifrtut y estrecha colaboradora por casi ya cuatro décadas. “Él hizo esto a pulso. Nuestra labor y una manera de honrar su memoria es mantener ese espíritu y seguir creciendo”.

Para sus socios españoles “compartir con él era como hacer un master. Además de lo brillante y talentoso que tiene que ser un líder de ese nivel, don Víctor tenía una gran inteligencia emocional, sabía cómo tratar a las personas, cómo motivarlas y cómo hacerlas partícipes. Se relacionaba con todo el mundo y dedicaba a cada uno un tiempo. Era muy humano, le encantaba reírse, dar consejos, hablar de la vida. Personas así sale una cada 100 años”, comenta Javier Rico, general manager de Euroberry Marketing, comercializadora de Hortifrut en Europa. Agrega que cuando estaban empezando a trabajar juntos, le dijo: “estás viendo la punta del iceberg de lo que va a ser el consumo de berries en Europa y el mundo”. Y así fue. De eso hace 19 años.

Luis Sepúlveda, quien se desempeña en servicios generales de Hortifrut, confiesa que aún no se acostumbra a la ausencia de quien fuera su jefe durante 25 años. “Él siempre daba un apretón de mano bien fuerte con una palmada en la espalda, como para que supiéramos que estaba ahí y que nos estaba apoyando. Era un hombre excepcional, bien trabajólico y Hortifrut era como su cuarto hijo, respiraba Hortifrut. Era el capo de los berries. Y todavía lo es”.

Su amor por la industria y su capacidad de encantar se conjugaron y reclutó, quizás sin planearlo, a muy buenos jugadores para el sector a nivel global. Según John Shelford, destacado ejecutivo del mercado estadounidense, Víctor captó su imaginación y la de muchos durante el camino. “Creo que, si no lo hubiera conocido y si no hubiéramos tenido esa primera conversación, probablemente yo no estaría en la industria de los berries como lo he estado por casi 47 años”.

Aribel Aguirre-Beck, CFO/CAO de Naturipe Farms, recuerda que conoció a don Víctor cuando era una veinteañera y terminaba sus estudios en college. “Yo no sabía mucho de la industria de productos agrícolas y pensaba que iba a hacer mi carrera en una de las grandes firmas contables como Deloitte o abrir mi propia oficina de contabilidad, pero él mostró tanta pasión por esta industria que resultó contagiosa, fue muy inspirador. Después de 30 años aquí estoy”.